Silencio.
Los carteles que ruegan a la multitud permanecer en ese estado, cuelgan de las
paredes de la sede del colegio oficial de arquitectos de Madrid. Donde una vez
más alberga, entre sus dominios, las 146 fotografías premiadas en el World
Press Photo 2018. La exposición organizada por la Fundación Photographic Social
Vision bajo el lema: “Ver para creer”, estará vigente desde el 5 de octubre
hasta el 4 de noviembre.
La
progresión que ha tenido este concurso ha sido paulatina. De una pequeña
exposición pública en 1955 a un certamen de prestigio mundial. Se convierte así en uno de los premios más
codiciosos en el mundo del fotoperiodismo. Como reflejan las casi 73.000
instantáneas enviadas.
Todas las fotos galardonadas
tienen un punto en común; no es la técnica, no es el enfoque, no es el color…
sino la capacidad de proporcionar al público una posición crítica consigo mismo,
producto de la observación y de la información mostrada junto a cada
fotografía, junto a grandes dosis de empatía y un poco de hipocresía, porque
mientras al individuo se le eriza el pelo no puede evitar reprimir un pequeño
suspiro de alivio, al fin y al cabo, no vive esa situación. El humano se
convierte así en un títere, que participa en la función cómodamente mientras
otro mueve sus hilos.
En
esta ocasión, es el fotoperiodista quién busca a través de sus instantáneas
cortar los hilos para mostrar la realidad. Eso fue lo que debió pensar Ronaldo
Schemidt antes de accionar el disparador de su cámara, dejando retratado para
la eternidad a José Víctor Salazar, un joven que se encontraba envuelto en llamas
a sus 28 años, víctima de una manifestación contra el régimen de Nicolás Maduro
en Venezuela; logrando no sólo conquistar al jurado, sino también el premio, con
tan sólo un clic, un microsegundo queda retratado para siempre.
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Ronaldo Schemidt - Crisis de Venezuela |
Una
galería que roza el sensacionalismo, pero ¿qué no lo es? Se busca conmover al
espectador, sí, pero es parte de la denuncia social. Porque en un instante
pueden quedar retratadas situaciones únicas e inigualables; que hasta que no se
ven, no se comprenden. El periodista por regla general narra desgracias, da voz
a personas que no tienen esa oportunidad, cuenta lo que sucede alrededor del
mundo, le otorga importancia, pero una fotografía puede cambiar la visión de
los individuos más fácilmente. Cientos de píxeles que se transforman en mucho
más. Al fin y al cabo, ver para creer.
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Corey Arnold- Dumpster Diver |
La
exposición permite al visitante reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el
mundo. Necesario para concienciar al público en la actualidad. Las instantáneas
otorgan un rostro a los niños maltratados o un espacio a la desesperación de las
águilas calvas que buscan alimento entre grandes contenedores de plástico
alejándose de su propio hábitat. También, a la humillación de las mujeres
engañadas y arrastradas a la prostitución, para poder aliviar así el eco que se
oye en su vientre. Y más, mucho más, en esos escasos noventa metros que se
convierte temporalmente en el hogar de estas fotografías. Logrando algo inaudito en los últimos años: sensibilizar
sobre el daño que se ejerce en el medio ambiente, la cultura, o los problemas
sociales. Originando, sin necesidad de carteles, una única y deliciosa armonía
de respiraciones en la sala.