sábado, 20 de octubre de 2018

World Press Photo: un espacio para la empatía e hipocresía


Silencio. Los carteles que ruegan a la multitud permanecer en ese estado, cuelgan de las paredes de la sede del colegio oficial de arquitectos de Madrid. Donde una vez más alberga, entre sus dominios, las 146 fotografías premiadas en el World Press Photo 2018. La exposición organizada por la Fundación Photographic Social Vision bajo el lema: “Ver para creer”, estará vigente desde el 5 de octubre hasta el 4 de noviembre.

La progresión que ha tenido este concurso ha sido paulatina. De una pequeña exposición pública en 1955 a un certamen de prestigio mundial.  Se convierte así en uno de los premios más codiciosos en el mundo del fotoperiodismo. Como reflejan las casi 73.000 instantáneas enviadas.

Todas las fotos galardonadas tienen un punto en común; no es la técnica, no es el enfoque, no es el color… sino la capacidad de proporcionar al público una posición crítica consigo mismo, producto de la observación y de la información mostrada junto a cada fotografía, junto a grandes dosis de empatía y un poco de hipocresía, porque mientras al individuo se le eriza el pelo no puede evitar reprimir un pequeño suspiro de alivio, al fin y al cabo, no vive esa situación. El humano se convierte así en un títere, que participa en la función cómodamente mientras otro mueve sus hilos.

En esta ocasión, es el fotoperiodista quién busca a través de sus instantáneas cortar los hilos para mostrar la realidad. Eso fue lo que debió pensar Ronaldo Schemidt antes de accionar el disparador de su cámara, dejando retratado para la eternidad a José Víctor Salazar, un joven que se encontraba envuelto en llamas a sus 28 años, víctima de una manifestación contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela; logrando no sólo conquistar al jurado, sino también el premio, con tan sólo un clic, un microsegundo queda retratado para siempre.
Ronaldo Schemidt - Crisis de Venezuela
Una galería que roza el sensacionalismo, pero ¿qué no lo es? Se busca conmover al espectador, sí, pero es parte de la denuncia social. Porque en un instante pueden quedar retratadas situaciones únicas e inigualables; que hasta que no se ven, no se comprenden. El periodista por regla general narra desgracias, da voz a personas que no tienen esa oportunidad, cuenta lo que sucede alrededor del mundo, le otorga importancia, pero una fotografía puede cambiar la visión de los individuos más fácilmente. Cientos de píxeles que se transforman en mucho más. Al fin y al cabo, ver para creer.

Corey Arnold- Dumpster Diver
La exposición permite al visitante reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el mundo. Necesario para concienciar al público en la actualidad. Las instantáneas otorgan un rostro a los niños maltratados o un espacio a la desesperación de las águilas calvas que buscan alimento entre grandes contenedores de plástico alejándose de su propio hábitat. También, a la humillación de las mujeres engañadas y arrastradas a la prostitución, para poder aliviar así el eco que se oye en su vientre. Y más, mucho más, en esos escasos noventa metros que se convierte temporalmente en el hogar de estas fotografías.  Logrando algo inaudito en los últimos años: sensibilizar sobre el daño que se ejerce en el medio ambiente, la cultura, o los problemas sociales. Originando, sin necesidad de carteles, una única y deliciosa armonía de respiraciones en la sala.