Media melena morena y ondulada, una barba con aire descuidado
y unos ojos que son capaces de percibir cada movimiento a metros de altura, así
es Pedro Bonofiglio. “No imitéis a nadie. Hay que ser personales. Sonar
distintos es la clave, no se trata de hacer o copiar lo que hace el resto. Se
trata de transmitir, como solo podemos nosotros, de manifestar todo lo que
sentimos”, matiza Bonofiglio al comienzo de su charla.
Pedro Bonofiglio es la voz que da vida al Palacio
Merengue de Baloncesto; él es que chilla, quien aplaude, quien vitorea cada
canasta. En definitiva, él anima a la afición en cada partido. Su rostro y
su voz, sobre todo esta última, ha logrado perdurar en la memoria y en el palco
varios años; no sólo para los más aficionados, sino también de aquellos que
acuden al pabellón en contadas ocasiones.
El speaker del Real Madrid cuenta sus orígenes con
una sonrisa nostálgica en el rostro. Algo que podría haber sido una anécdota
más de la pequeña infancia de Pedro, de su ansia por cumplir su sueño. De
pronto, se convierte en algo más: en una historia de superación.
No tuvo un comienzo fácil (como todos los grandes),
se vino a España dejando atrás su vida, en mayor o menor medida cómoda, en
Argentina. Con escasas monedas en el bolsillo, seguro y algo prepotente de que
encontraría el trabajo de sus sueños al día siguiente de aterrizar. Pronto, se dio
cuenta de que eso, solo ocurre en los cuentos de hadas. Hay que luchar y
trabajar para lograr conseguir un nombre en este mundillo. Sin embargo, en esos
años, esa lección que ahora transmite; no la había aprendido.
El dinero de sus bolsillos apenas podía tintinear, pues
no podía chocar con otras monedas: era escaso. El sonido de su estómago vacío
podía haber retumbado en el pabellón, como ahora lo hace su voz. No obstante, intervino
la suerte, ese término que tan a menudo suena, que junto a su gran talento; le
ayudaron a llegar dónde actualmente está.
Es un speaker innovador, con multitud de recursos y
una voz única. Transmite con la pasión que sólo un aficionado tiene y eso se
nota. Se "desgallina", grita, vocifera… no como uno más, pues su voz resuena en
todo el pabellón, pero si da voz a toda la afición.
Bonofiglio inspira al alumnado por luchar por sus
sueños, para no rendirse y creer que, algún día, tendrán esa pizquita de
suerte, que, junto a todo su trabajo, le harán brillar. Por eso, es importante
no rendirse, no tirar la toalla; aun cuando todo parezca complicado e
insuperable. Si él lo consiguió, ¿por qué las nuevas generaciones no iban a
poder?