¿Dónde está fabricada la ropa que llevas ahora
mismo? ¿Te has detenido a mirarlo o tus ojos simplemente se han fijado en las
cifras que adornan la etiqueta del precio? Es fascinante como el ser humano crea
consciencia en temas vitales (como el cuidado del medio ambiente) y, sin
embargo, deja cientos inadvertidos ¿Por qué? Por puro beneficio.
Vivimos en
un mundo que, cada día, tiene más arraigado un consumismo rápido, precoz…que no
se detiene, sino que aprieta el acelerador. Un mundo que premia a quién tiene
más pertenencias materiales, sin importar el verdadero precio que tienen. Y no,
no me refiero a la suma de dinero a pagar en la tienda.
Extraída de Il quartiere Valencia |
Miles de personas pertenecientes a países de oriente
(en su mayoría, pero no son los únicos) sufren, en la industria de la moda, explotación
laboral. Fomentado y creado por marcas textiles que podemos encontrar con suma
facilidad y de la que seguro tenemos prendas en el armario. Largas jornadas de
trabajo compensadas con un mísera de sueldo. Se produce así una sobreproducción
que provoca que los precios sean menores, esto es lo que está desencadenando el
concepto llamado como Fast Fashion. Moda
rápida en la que los diseños cambian rápidamente para capturar las últimas
tendencias.
Se crean con esta situación decenas de malas consecuencias
que nosotros, desde la ignorancia, estamos fomentado. Ignorancia o pasotismo, cada
uno es consciente de lo que está promoviendo. Pero no nos engañemos, posee un
precio moral.
Este año se cumplieron cinco años del desastre del
Rana Plaza. Desastre. Para los que no hayan oído de esta desgracia diré brevemente
lo siguiente: Una fábrica con este nombre, situada en Bangladesh, se derrumbó con
miles de trabajadores explotados y encerrados que oían los propios crujidos del
edificio mientras esté se estaba desmoronando, pero que seguían (obligados) a
continuar sin parar su jornada laboral. Ni que decir tiene que el resultado fue
devastador: 1.134 cadáveres y más de 2000 heridos.
Derrumbe del Rana Plaza - Imagen extraída de El País |
Este acontecimiento mostró al mundo lo que las
grandes marcas textiles estaban creando y fomentado; la industria de la moda
pasó a llamarse explotación. Se mostró las situaciones precarias, los sueldos
indignos que recibían los trabajadores (recordemos que no es lo mismo sueldo medio que sueldo digno), la explotación infantil o las bajas condiciones de higiene, entre
otros.
Las grandes marcas textiles con una imagen
seriamente dañada fueron obligadas a cambiar sus políticas con los proveedores
y, con eso, parece que todo terminó. Pero no es la realidad. Esas fábricas
continúan albergando el sufrimiento. El sin vivir de miles de personas
obligadas a trabajar en nefastas condiciones, para poder optar a una mísera de
comida. Creemos que porque en la etiqueta de nuestra ropa este escrito el
nombre de un país desarrollado, esta se ha fabricado íntegramente allí; nada más
alejado de la realidad. Por ejemplo: si han cosido un botón de una camisa en un país desarrollado (y con condiciones dignas), antes de venderla en las tiendas, en la etiqueta pueden poner el país dónde ese botón este cosido únicamente en el fabricado en X. Sin importar que el resto de su producción se lleve en este tipo de fábricas; lugares que tienen bajas condiciones laborales.
Es la venda que ponen y ponemos sobre nuestros ojos cada día, para que este
consumismo siga sin detenerse. Lo peor es: que desgracias como el derrumbamiento
del Rama Plaza han pasado inadvertidas o tapadas en un mundo consumista.
Desde aquí te pido que pienses si
verdaderamente la prenda que tienes en la mano merece la pena. ¿Cuantas veces la vas a usar? Pues miles de
personas están sacrificando su vida, para que tengas en tu poder, decenas de prendas
que, tal vez, no alcancen los tres usos. Razona e infórmate (pues el conocimiento es vital) de si son los
valores que realmente quieres fomentar.