jueves, 1 de noviembre de 2018

El arte y la sociedad de consumo


La Fundación Canal se sumerge en el siglo XX de la mano del artista contemporáneo, Roy Lichtenstein, hasta el 5 de enero del 2019. A lo largo de la sala, el espectador puede conocer las diferentes motivaciones que llevaron al artista a crear sus conocidos carteles: desde fotografías hasta emblemáticas obras de arte. Así, durante unos meses la sala recoge a uno de los máximos exponentes del arte contemporáneo, también conocido como Pop art.

Gran parte de las obras expuestas provienen del Museum für Kunst und Gewerbe de Hamburgo (MK&G), junto a otras donaciones temporales, que conforman un total de 76 carteles en las que el autor expresa su modo de ver el mundo. Lichenstein se basa en la propia sociedad para generar una crítica de lo que ve. De esta forma, la cultura de masas se transforma en escenas de cine, cómic o revistas.

Sus obras colgadas entre vallas y paredes de las ciudades anglosajonas como Londres o Nueva York han sido todo un referente. Tal vez, por esto, la exposición intenta recrear ese panorama. Para ello, vallas corrientes o de construcción decoran la sala. Logrando recrear la situación o el estado inicial en el que se encontraban o lucían estos icónicos carteles.

Seis secciones temáticas ( algunas de ellas ocultas y señalizadas, tan sólo, con una pegatina en la pared) conforman esta presentación: Carteles para exposiciones en museos (imitación de obras importantes como el Guggenheim o el Tate Gallery), Carteles para exposiciones en galerías de arte ( se recogen las obras promocionales de sus propias exposiciones), Carteles creados por museo con consentimiento del artista ( se pueden observar la unión entre el mundo editorial y el diseño gráfico) o Carteles para acontecimientos culturales (carteles elaborados con la finalidad de dar a conocer distintas celebraciones), entre otras.

La exhibición de carácter gratuito deja al espectador con un sabor agridulce.  Con el afán de mostrar un aire urbano en la propia exposición, recreando los orígenes de las obras de Lichtenstein, acaba provocando que el público se pierda entre sus pasadizos., mezclando diversas secciones por puro error.  Información pegada a las vallas, cual pegatinas, que lejos de invitar al público a su lectura, acaban provocando que el espectador mire hacia otro lado.

Pasadizos estrechos que lejos de convertir más intimista el espacio, provoca un desasosiego entre el ir y venir de las personas, dando como resultado que las personas avancen deprisa a trompicones, y que apenas posen su mirada en las obras más de cinco segundos. Tal vez, ese sea el resultado que buscan, movimiento.

Al gozar de una entrada gratuita y un aforo limitado, pronto se organiza una larga cola de personas (producto también de una lluvia incansable) que esperan matar el tiempo unos minutos. Desde mi punto de vista, una exposición que pasa sin pena y sin gloria. Aunque, para gustos los colores, tal vez a ti te acabe conmoviendo.