El 19 de noviembre de
1819 la situación cultural de España cambiaría para siempre. El Museo Nacional
del Prado (conocido, también, por su anterior nombre: Museo Nacional de
Pinturas y Escultura) abría sus puertas expectante, sin ser consciente del
aluvión de visitas que a lo largo de sus doscientos años lograría. Suscitando
hoy en día interés por conocer su interior y sus obras. Tan sólo hay que ver la
larga cola que habitualmente adorna, hoy en día, su fachada.
Con tan sólo
trescientas once obras inauguraba su colección, conformando la principal
decoración de las blancas paredes. Sin embargo, bajo sus dominios protegía y
conservaba más de mil obras, que paulatinamente fueron enriqueciendo su número,
como fruto de los vaivenes de monarcas que se posicionan la corona sobre su
cabeza. Así, el paso de los Austrias y la llegada de los Borbones conllevaron a
una llegada de diversas obras a la institución cultural, siendo el protector de
grandes emblemas de la Historia de España: Velázquez, Rubens, Tiziano… son
nombres de artistas que estarán vinculados eternamente a este edificio.
Doscientos años han pasado y El Prado continúa
siendo una de las instituciones más prestigiosas, no sólo para el territorio
español sino, también, más allá de sus propias fronteras. Por este motivo,
aprovechando su largo recorrido, la institución cultural quiere recopilar – de
manera especial – toda su historia por su bicentenario.
Así pues, esta
identidad crea un legado único, plagado de colecciones reales El Museo busca
– como siempre ha hecho – ,promover el arte en todas sus
manifestaciones. Inculcando este afán, mientras la riqueza patrimonial de
España crecía. La exponente pasión de los nuevos artistas, junto al fácil
acceso a las colecciones reales, originaron una fórmula de crecimiento única.
El éxito parecía consagrarse en el museo bajo un ansia reivindicativa, la
pintura española aunaba fuerzas para darse a conocer por el mundo, una
colección puramente española.
Todas las
manifestaciones artísticas se reúnen, en esta fecha tan significativa, en el
museo. La institución inaugura la colección Prado
200 que alberga su historia,
desde la escultura clásica hasta las obras de arte en el edificio Villanueva,
dejando de manifiesto la evolución que el museo ha sufrido en estos dos siglos.
Bajo una lenta y suave melodía, el Museo del Prado une la música con las
diferentes manifestaciones artísticas, creando un vínculo único, pero esto no
es todo.
Las letras también se manifiestan creando historias, bajo el título: Historietas del Prado, escrito por
Vicent Josep, que reúne diez historietas. También, queda retratada la historia
del Museo bajo el nombre de Retratos
Anónimos, un libro coordinado por Luis Alberto de Cuenca. Fomenta, además,
en sus cuatro paredes un encuentro único profesional de intercambio de
experiencias y congresos de profesionales del arte.
Asimismo, el Museo del
Prado busca innovar, no quedarse en el pasado pese al bicentenario, de esta
manera irrumpe a través de las plataformas digitales con un plan novedoso. Pues
hasta las redes sociales se encuentran volcadas con esta celebración, twitter es la red social encargada de
proporcionar un emoticono exclusivo
para celebrar el Bicentenario, el cual está inspirado en el cuadro de Goya: El caballero de la mano en el pecho.
Además, bajo el nombre de Efímera, dispone
toda su colección a través de la plataforma del museo. Supone una gran novedad
en el panorama artístico. Visitar el museo sin penetrar sus dominios en
persona. Esta iniciativa dispuesta a nivel mundial facilita el prestigio y el
renombre de la propia institución, permitiendo a personas de distintos puntos
de mundo acceder al arte albergado entre sus dominios. Permite al visitante
enamorase de la exposición. El primer museo de España que dispone todo su fondo
documental en su portal web, promoviendo la participación ciudadana, preservando
y recuperando sus grandes obras.
Queda – sin necesidad
de decirlo – que el Museo del Prado es todo un referente de cultura, pues la
convergencia de las distintas disciplinas artísticas toma forma en esas cuatro
paredes. Esta institución de arte se ha convertido en un referente, pese a los
daños recibidos por los sucesos de la historia, en el día a día de la sociedad.
Se crea una relación sistemática en nuestro cerebro, se puede oír el click, como
si de una pieza de puzzle se tratará, al unir cultura con esta institución –un
rompecabezas que pide a gritos nuevas piezas –.
En cuanto al tráfico de
arte, tras muchas idas y venidas, el museo ha experimentado mejores y peores
momentos. Aunque, en la mayoría de los casos, se ha buscado promover el arte,
manifestar esa pasión que da forma creando una esencia pulcra e idónea de la
institución cultural. Las obras, que en un principio colgaban tras haber sido
donadas o guardadas por los propios monarcas, lucían únicas, inigualables. No obstante, poco a poco, esas obras que tan
majestuosas habían creado la esencia del museo – y lo siguen siendo – empezaron
a ser tediosos para algunos. El intercambio de arte, las donaciones temporales
se convirtieron en la nueva rutina de todos los museos, que trataban de acercar
el arte de todas las partes del mundo a un mismo punto. Los apasionados del
arte gozan, a partir de estos acuerdos,
Pese a estas –
supuestas -- condiciones favorables, el Museo del Prado sigue siendo una
entidad pública, financiada por el propio estado. Sin duda, la llegada de la
crisis económica conllevo a una pérdida de las visitas. A pesar de que los
números han empezado a ser más favorables, esta institución ha tenido que
sumarse a iniciativas como el micromecenazgo. Para quién no sepa a que se
refiere este término, decir brevemente lo siguiente: un sistema de financiación
colectiva que permite conseguir el capital necesario para adquirir algo (en
este caso el Retrato de niña con Paloma de
Vouet, que alcanzaba la cifra de 200.000 euros). No es de extrañar que un museo
de renombre internacional tenga que recurrir a estas iniciativas debido a que
la cultura – al menos la sensación que da – no está fomentada es más parece
olvidada, desterrada del propio individuo que tiene preocupaciones más
importantes.
Los doscientos años del
Museo del Prado, con sus mejores o peores momentos, que anteriormente
comentamos, han convertido a esta institución cultural en un referente de
cultura. La localización del Museo es perfecta, pues no es otra que en la
capital española. Se acumulan, por tanto, muchos turistas que desean conocer el
arte y la cultura artística que Madrid protege bajo sus dominios. Cruzan con
calma – pese a la longitud de la cola para entrar – bebiendo de cada
pincelada, cada trazo. Deleitando su vista, con las obras expuestas, y su oído,
con la melodía que han creado para este bicentenario. Sin duda, quedan aún
muchas décadas –como mínimo – de este Museo.