El tiempo vuela. ¿Cuántas veces
habremos oído esa afirmación? Cuántas veces habremos asentido con la cabeza,
dando razón al interlocutor de que, en efecto: el tiempo no entiende pausas. Se
consume de manera rápida, imparable, sin posibilidad de volver a ciertos
momentos, de reiniciar para volver a empezar.
Durante el año, todo son prisas.
Ansia por acabar las distintas tareas y las diferentes obligaciones, sin
frenarnos ni un simple momento. Vivimos corriendo, esquivando, una y otra vez,
las manecillas que nos intentan alcanzar. Sin embargo, hay un momento del año
en el que paramos, nos deleitamos en cada segundo y recordamos todo lo que hemos
hecho o vivido. Con risas, con lágrimas…echamos la vista atrás. Curioso y
característico del ser humano que, en el último minuto del año, se detenga a
pensar y a desear.
Un último minuto en el que el
tiempo se detiene, nadie habla …pero todos seguimos con la mirada fija en la
mesa, contando los segundos para la cuenta de atrás. Dispuestos a comernos,
atragantándonos o no, las correspondientes doce uvas. Pero ¿de dónde viene esta
tradición? Las creencias populares afirman que esta tradición comenzó en 1909,
continuando hasta el día de hoy. El secreto de este hábito, es decir, de
comerse doce piezas de esta fruta en la cuenta atrás del año (una por cada
segundo) otorga suerte durante el año. Una uva para tener suerte cada mes del
año.
Se cree que son uvas por un
excedente en su producción en Alicante. Las productoras fomentaron una
agricultura masiva de ella, a través de una campaña novedosa de Navidad,
relacionando esta fruta con la suerte. A medida que los años pasaron, esta
producción de uva blanca continúo, hasta la actualidad, comenzado, en los
últimos años, si venta en pequeños paquetes de doce uvas. No obstante, aunque
es una de las historias más abaladas, existen otras. Puesto que esta costumbre
ya se había practicado previamente, por tanto, lo acontecido en el año 1909,
solo serviría para extender la tradición.
Se dice que realmente esta
costumbre navideña comenzó en 1880 y su significado variaba al actual. Pues
tenía una finalidad satírica y de protesta. La burguesía española se fijó en
las costumbres francesas dónde se hacían fiestas majestuosas por navidad y
dónde, en efecto, comían uvas.
Los chulapos que no tenían prohibido congregarse
alrededor de la Puerta del Sol, decidieron acudir a la plaza para escuchar las
campanadas y comer uvas (una fruta barata en aquella época y asequible a su
bolsillo). Este acto quedó retratado en los medios impresos de la época,
lentamente se convirtió en 1884 en una pequeña tradición. Conllevando además
que está costumbre se fuera extendiendo por el mundo.